Luis Cardoza y Aragón nació en La Antigua en el año de 1904, ciudad de
volcanes y ruinas en donde permaneció hasta su partida en 1920 hacia París, esa
otra galaxia. De inteligencia inquieta, rebelde, inconforme, peleonero, emotivo,
apasionado, lector exigente, descubrió en el nuevo planeta un mundo libre, donde
se ejercitaba el surrealismo y se planteaba en la política la necesidad de
adoptar el compromiso con la humanidad. El anonadado Luis cortó de manera
tajante con el pasado, borró su condición provinciana, rechazó con virulencia
excesiva su previa admiración por los modernistas, cortando de tajo el cordón
umbilical con sus admirados Gómez Carrillo y Darío, porque aparte de ser autores
embargados en causas egoístas asentadas en el refinamiento superficial, los
descubrió traidores de las causas sociales al ser cortesanos de los gobernantes,
a quienes prestaban sus servicios y daban la corte a cambio de dádivas, vulgares
estipendios, honores y regalos. Los modernistas eran las prostitutas de los
presidentes. El mundo descubierto era otro. Ya no podía perdonar a los autores
oficiales que se agachaban ante el poder y se acomodaban para poder lucir levas
de aristócratas y fungir como embajadores en las grandes urbes. Su reacción fue
rotunda, intolerante, y toda su vida se la pasó disparando contra el poder,
tanto contra los regímenes militares como contra la ceguera dogmática de los
totalitarismos. Así se labró amigos y enemigos.
Su obra surgió libre y pura, pero su postura consecuente en el plano del
compromiso político le impidió el reconocimiento oportuno en su patria. En sus
últimos años de vida rechazó cualquier intento de nuestros gobiernos por
enmendar el olvido, con lo cual demostró que podía permanecer digno hasta el
final. Nada de dádivas de gobiernos que no contemplan dentro de sus proyectos el
interés popular por la cultura, que solo han sabido construir el imperio de la
corrupción.
El poeta pudo haber sido objeto de obsesiva admiración o repulsión, pero su
obra poética y ensayística se erige como una de las más relevantes de nuestro
país en el siglo XX. En próximas oportunidades ahondaremos en los libros, mitos,
terrores y pasiones, de un autor nuestro, que así se presenta al inicio de sus
memorias: “el delirio de que somos invulnerables, de que el cuerpo que ocupamos
se renovará, una y otra vez sin que padezca senectud y menos la inhumana
muerte”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario