lunes, 18 de marzo de 2024

Algo sobre la lectura...

 


 

Bienvenidos al boletín quincenal 'La Conversación Docente'.

Soy Eva Catalán, la editora de Educación en The Conversation ES, y me asomo hoy a su correo para presentarle un nuevo boletín quincenal con una inspiradora recopilación de los temas más candentes en el ámbito educativo. Si desea continuar recibiéndolo, deberá suscribirse aquí.  

Hoy nos estrenamos con un tema que siempre está de actualidad: cómo animar a los estudiantes a leer por placer.

Recuerdo mi sitio favorito para sentarme a leer cuando era pequeña: encima de mi cama, con las piernas metidas en el hueco que quedaba entre la pared y el radiador, bajo la luz de la ventana, y a menudo con un trozo de chocolate o una bolsa de pipas. De los cuentos ilustrados pasé a las colecciones de literatura juvenil de Barco de Vapor y Alfaguara, y cuando llegué a la adolescencia leía todo lo que caía en mis manos, de Mark Twain a Huxley, de García Márquez a Fernando de Rojas. Yo era un poco rarita porque me gustaban los clásicos, pero mi mejor amigo, por ejemplo, era fan de Stephen King. 

¿O éramos raritos los dos? Los datos más recientes muestran que el hábito lector cae en picado a partir de los 14 años. Los motivos detrás de este desenganche de la lectura no están claros: ¿tienen la culpa los ubicuos móviles y el interminable suministro de contenido audiovisual que ofrecen? ¿Es por la repentina priorización del espacio social y de otras actividades en grupo? ¿O es porque nos obligan a leer obras determinadas y nos dicen lo que debemos pensar sobre ellas

Lo que sí están claras son las consecuencias: si abandonamos la lectura dejamos de practicar la capacidad de ponernos en la mente de otro; se reducen las experiencias y los ejemplos de los que valerse a la hora de expresarse uno mismo e incluso se limita lo que somos capaces de pensar o de sentir. Pese a los avances en tecnologías de la comunicación, no hay nada equiparable al ejercicio cognitivo de leer un libro: tampoco al placer intelectual que puede proporcionar. Desgraciadamente, lejos de ser algo transitorio, fruto de una etapa de crecimiento, el hábito no se recupera en los años de universidad, y nos encontramos con futuros maestros que tampoco leen como actividad de ocio ni lo echan de menos.

¿Qué se puede hacer? En lo que respecta a los docentes, las claves son dos: redoblar esfuerzos en la enseñanza de la comprensión lectora y replantearse la enseñanza de literatura en secundaria

Feliz comienzo de semana,

Eva Catalán, editora de Educación en The Conversation ES

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