jueves, 4 de septiembre de 2014

Algo bueno para leer...

Me permito compartir este excelente artículo de reflexión...


Hacia una medicina con rostro humano
Roberto Chediack · · · · ·
24/08/14
 
La mayoría de los profesionales de la salud que asistieron al Congreso de Salud Mental y Medicina preventiva, realizado en Mendoza, Argentina, aplaudieron de pie al finalizar la siguiente exposición del Dr. Roberto Chediack, pediatra, sanitarista y dirigente socialista cuyano. Chediack es heredero de las ideas y la práctica social de los maestros de la medicina preventiva y social argentina, entre ellos Maurín Navarro, que fue un precursor en la municipalidad de Godoy Cruz, gestionada por los socialistas durante los años 30. (SP)
 
“Espero que lo que aquí se dice sobre los médicos y la medicina pronto esté desactualizado, no por el envejecimiento que provoca el tiempo, sino porque la sociedad haya cambiado”.
José Luis Batelino
En la medida que uno envejece toman otra dimensión los recuerdos y las vivencias, no solo de la vida, sino de la profesión. Después de 50 años de ejercerla, pero alejado ya de la práctica diaria, me permito repensar, intentando hacer una memoria histórica de qué pasó en la sociedad; en el sistema de salud y en la práctica médica. Y creo tener la certeza, que uno de los hechos más importantes ha sido la tendencia hacia la deshumanización de la medicina, de la cual, no somos totalmente responsables quienes la ejercemos, pero tampoco hemos hecho mucho para que esto no suceda. Los pacientes en consonancia con lo que pasa en la sociedad, poco a poco se fueron convirtiendo en usuarios, clientes, abonados, en números, es decir; en el hombre cosa, asimilando el papel que dicta la sociedad del mercado. Y no son términos neutrales. En una época cercana había en el Ministerio de Salud, un teléfono de atención al cliente, no a un ciudadano o paciente. Sobre todo estas pautas se implantaron fundamentalmente en la década del 90’ del neoliberalismo más feroz. Incluso se cambió hasta el lenguaje adaptándolo a esas nuevas pautas culturales y antivalores. El que hacía dinero fácil era un exitoso, el que traficaba y trafica con golpes de mercado no era un ladrón, era un financista. Los ladrones pobres están en la cárcel. En los sectores pobres que no tenían la relación matrimonial legalizada eran concubinos, en los otros de la farándula son la nueva pareja. Las pobres que venden sus cuerpos para alimentar a sus hijos, se las llama prostitutas, las otras, de los sectores pudientes que se ofrecen en cartillas de hoteles y convenciones son vedettes o secretarias bilingües. El mundo y el país se convirtieron en un gran casino donde como decía Atahualpa Yupanqui “Detrás del ruido del oro van los maulas como hacienda”; el individualismo, el dinero y el sálvese quien pueda se entronizaron en un altar a venerar y la solidaridad y el humanismo se los desterró al desván de los recuerdos.
Cada vez más el sistema de salud comenzó a parecerse a la sociedad en que vivimos, consumista; tecnocrática, muchas veces violenta e inhumana. Se comenzó a imponer los términos del mercado, la salud como mercancía y como objeto de explotación. Recuerdo cuando se intentó hacer un sistema nacional de salud en la época del Dr. Aldo Neri. Algunos lo empezaron a criticar diciendo que se impedía ejercer una “industria lícita” (¿Industria?). Otro funcionario provincial decía; que muchos bancos y financieras estaban interesados en invertir en el mercado de la salud, (¿Mercado?) y una conocida prepaga, decía; “que la finalidad última era la explotación de los servicios de salud”, (¿Explotación?). Y así poco a poco, la salud insensiblemente pasó a ser una mercancía y dejó de ser un derecho humano. En los años noventa con las prepagas se comenzaron a categorizar los pacientes en grupos A, B, C de acuerdo a su capacidad económica. El mercado le puso así precio a la gente, a los médicos y a otras cosas. Que dirían de esto los viejos maestros como Escardó, Moratorio Pose, Maurín Navarro, Bustelo, Oñativia, Carrillo, aquel que decía: “Frente a las enfermedades que genera la pobreza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los gérmenes como causantes de enfermedades son unas pobres causas”.
Las pautas socio-culturales del consumismo que se introdujeron poco a poco en la sociedad: la pérdida de valores, la implementación del individualismo más feroz; fueron degradando nuestra profesión. El Dios dinero y el Dios mercado tomaron el centro de la escena y los seres humanos pasamos a ser artículos descartables. Cuantas veces escuchábamos: “el dólar está nervioso”, “el mercado está deprimido” y cuando se referían a los seres humanos, los cosificaban hablando de brazos para la cosecha o de clientes para ser explotados. No hay nada más malsano como el mercado sin ningún tipo de control. Es donde la demanda y la oferta ofrecen mayores contradicciones, entre los intereses de los usuarios y los prestadores. El paciente está preso de su prestador y el prestador de sus intereses. Qué triste destino el de nuestra profesión, cuando no es una actividad de servicio; el mercado no cura ni educa; no le interesa por lo tanto la salud, y la enfermedad o el modelo médico, no escapa a la realidad que genera el contexto económico-social y las pautas culturales que esto determina y el médico individualmente, no puede escapar a esa maraña.
Cuadro médico-sanitario y social
Seguimos deslumbrados por descubrimientos maravillosos, pero millones de personas, gente común y sencilla sufre los dolores y enfermedades más primitivas, ligadas a sus condiciones de vida y de trabajo. En nuestras sociedades conviven las enfermedades del subdesarrollo, como tuberculosis, malnutrición, diarrea por contaminación de alimentos, parasitosis, abortos clandestinos en condiciones inhumanas, discapacidades psico-físicas, junto a las otras llamadas del “mundo moderno”, como el Sida; las problemáticas de los adolescentes, embarazos prematuros, los accidentes de tránsito que producen miles de muertes y discapacidades, la drogadicción en sus nuevas formas coexistiendo con el viejo alcoholismo, junto a los difundidos problemas de salud mental (los ansiolíticos y los antidepresivos son los medicamentos más vendidos) y que no se solucionan con pastillas “milagrosas”, sino eliminando las causas generadoras de un modelo social alienante como integralidad. El suicidio en jóvenes como en viejos, para los cuales la sociedad no siempre tiene un lugar. La violencia social (escuela, futbol) o familiar, contra la mujer y el maltrato a la niñez, son problemas que nos deben preocupar. O los difundidos problemas de hipertensión e infartos que cada vez aparecen más en gente más joven, donde son determinantes el tipo de vida y el estrés al que somos sometidos los seres humanos en una sociedad competitiva, salvaje y poco solidaria.
Con las “patologías” no bien identificadas de los venenos invisibles, como plaguicidas mal usados, hormonas para la crianza de animales, aditivos y colorantes de cuyos efectos desconocemos a mediano y largo plazo, ni hablemos de la contaminación ecológica, sobre todo urbana, con las enfermedades derivadas del ruido; el smog; el plomo de la combustión de automóviles, o de la contaminación psicológica, donde los medios, sobre todo televisivos, son determinantes, en un mundo en donde “todos estamos contra todos” y donde no hay nadie que nos escuche, ni el amigo, ni los padres, ni el abuelo, el médico o el sacerdote, porque todos están apurados.
Modelo médico
Frente a esto, tenemos un modelo médico, INDIVIDUALISTA, que no reconoce la raíz social de la enfermedad. TECNOCRÁTICO, porque posibilita la introducción irrestricta de la tecnología y el abuso de la misma. Se ha mistificado la aparatología y se ha deshumanizado la práctica médica. No estoy en contra de la tecnología, ha mejorado notablemente la calidad de vida, pero la misma no remplaza la historia clínica ni el acto médico humanizado. Porque la aparatología es muy fría y no siente ni el dolor ni el sufrimiento humano.
MEDICALIZADO, donde juegan un papel determinante los intereses de las trasnacionales de medicamentos, la concepción unicausal y biologicista han llevado a la sobre medicación con sus múltiples efectos perniciosos y de gran incidencia en lo económico social. CURATIVO Y ASISTENCIALISTA. Dado que el sistema médico está montado para dar respuesta a la enfermedad y no a la prevención. EXCLUYENTE Y NO IGUALITARIO. En la medida que el acceso a una buena cobertura de salud depende de la condición económica. CON ENFASIS EN LO PRIVADO, ya que la ideología liberal que orienta la formación y práctica profesional ha inculcado el contenido de la libre empresa en el campo de la salud.
Frente a los problemas y los conflictos que son distintos en las etapas históricas, se puede tener la mala salud mental de la pasividad; el no te metás; el ser un espectador o el salvarse solo o la buena salud mental del compromiso, de ser un protagonista, el analizar y enfrentar los desafíos, convirtiendo el yo en nosotros, imbuidos de convicciones solidarias. Y siempre basados en principios éticos y morales, que no es ponerse una camiseta con la imagen de Mandela; el Che, de Luther King, Gandhi, etc., sin llevarlos en la conciencia y con coherencia en la vida diaria, porque si no es un acto de hipocresía y una falsificación de la vida a la que esta sociedad nos tiene bastante acostumbrados.
Hay que tener la convicción de que se acabaron los dogmas, para analizar tanto a la sociedad como al modelo médico. La vida es muy compleja para simplificarla en slogans. No se acabaron las ideologías ni la filosofía como se dijo para implantar el pensamiento único y este modelo social antihumano, que promueve fundamentalmente los antivalores. En cada encuentro hay que tener el convencimiento de que nadie es poseedor de verdades absolutas, sobre todo en el campo de las ciencias sociales y estas se configuran en un proceso colectivo, donde cada uno aporta una parte intentando producir una síntesis que nos permita consolidar ideas directrices, que sean patrimonio de mayorías, que es la única forma de enfrentar intereses poderosos que construyeron este mundo tan alejado de la vida de la gente, sobre todo de los niños que son más vulnerables. Todos hemos cosechado como sociedad lo que hemos sembrado, unos tuvieron mayor responsabilidad, otros menos, pero la hubo por acción u omisión o porque no hicimos lo suficiente. Muchos advertíamos que iríamos a una sociedad con un verdadero darwinismo social, llenas de shopping, de viviendas amuralladas y con una gran exclusión social. La niñez fue durante muchos años desterrada a los inmensos desiertos del desamparo, siendo primero víctimas, para luego algunos de ellos, ser victimarios y hoy muchas veces escuchamos voces que están pensando más en como reprimirlos que en salvarlos, como si los niños nacieran malos y perversos.
Y nosotros como trabajadores de la salud, ¿nos sumamos a la deshumanización?, o nos convertimos en protagonistas para revertirla. Seguiremos creyendo que cumplimos nuestra misión recetando un buen antibiótico solamente o indagando la profunda complejidad que tiene cada ser humano o en sus múltiples facetas, psicológicas, físicas y sociales. Nos encerramos en el consultorio o ¿abrimos las puertas para trabajar con la comunidad en la prevención de las múltiples patologías que nos aquejan? Seguimos tratando sólo un drogadicto en el consultorio o nos comprometemos a indagar sobre las causas generadoras que lo producen. Aceptamos acríticamente las pautas culturales que promueven antivalores o intentamos revertir la situación, por ejemplo, una bodeguera decía: “Tenemos que aumentar el mercado introduciendo a los jóvenes en el consumo de alcohol” y nosotros “calladitos y a las buenas” como decía mi papá. ¿Luchamos contra el consumismo? ¿Permitimos que nos programen hasta nuestro tiempo de ocio? O establecemos un diálogo social que nos permita consumir lo necesario sin caer en el consumismo. La estupidez humana, la riqueza económica y el éxito fácil, fueron poco a poco inculcados como objetivo de la vida y se fueron oscureciendo los referentes sociales como los Sábatos, Pérez Esquivel, Illia, Carrillo, Alicia Moreau Justo; Mandela, Luther King y otros tantos desplazados por figuras mediáticas, de deportistas, oscuros financistas y empresarios que se hicieron ricos, donde todo vale, estructurando una sociedad que se autofagocita y así el tango “Cambalache” quedó plasmado en la realidad.
Los que hacemos atención primaria, que trabajamos en Centros de Salud o el campo de salud mental específicamente, ¿no seguirá siendo válido trabajar con maestros, guarderías, centros de jubilados en estos problemas que nos agobian y que hacen al futuro de nuestros niños? ¿No habrá que humanizar la atención desde que el paciente ingrese al centro de salud y no repetir en forma constante y cortante que no hay número o el Dr. ya no tiene cupo?
¿Cómo promovemos un debate amplio y permanente en la sociedad? Los debates, no son para ver quién gana y quien pierde sino para generar ideas directrices complejizando el pensamiento y no con una actitud reduccionista.
Un viejo pediatra contaba una anécdota que revela dos concepciones frente a la vida, decía: “Estando en una finca con un bodeguero, vio salir a la mujer del contratista que estaba al término de su preñez e iba al campo a recoger leña para sus tareas diarias. Demoró mucho y al regresar volvió con su niño en brazos. El empresario dijo; -no ve que son como animales, pueden parir en cualquier parte y de cualquier forma- a lo que el viejo pediatra le contestó; -la verdadera animalidad está en nosotros, que teniendo responsabilidad económica o social no hemos sabido darles a esas madres y esos niños, nacer, crecer y educarse con dignidad”. ¿Pensaremos como el empresario o como el pediatra?
Para terminar rescataría algo de Gabriel García Márquez y que debería promover nuestro trabajo diario: “Nuestra propuesta es la vida, una nueva y amenazadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde sea cierto el amor y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Roberto Chediack, es médico pediatra, sanitarista y dirigente socialista cuyano

 

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