La mayoría de los profesionales de la salud que
asistieron al Congreso de Salud Mental y Medicina preventiva, realizado en
Mendoza, Argentina, aplaudieron de pie al finalizar la siguiente exposición
del Dr. Roberto Chediack, pediatra, sanitarista y dirigente socialista
cuyano. Chediack es heredero de las ideas y la práctica social de los
maestros de la medicina preventiva y social argentina, entre ellos Maurín
Navarro, que fue un precursor en la municipalidad de Godoy Cruz, gestionada
por los socialistas durante los años 30. (SP)
“Espero que lo que aquí se dice sobre los médicos y la medicina pronto
esté desactualizado, no por el envejecimiento que provoca el tiempo, sino
porque la sociedad haya cambiado”.
José Luis Batelino
En la medida que
uno envejece toman otra dimensión los recuerdos y las vivencias, no solo de
la vida, sino de la profesión. Después de 50 años de ejercerla, pero alejado
ya de la práctica diaria, me permito repensar, intentando hacer una memoria
histórica de qué pasó en la sociedad; en el sistema de salud y en la práctica
médica. Y creo tener la certeza, que uno de los hechos más importantes ha
sido la tendencia hacia la deshumanización de la medicina, de la cual, no
somos totalmente responsables quienes la ejercemos, pero tampoco hemos hecho
mucho para que esto no suceda. Los pacientes en consonancia con lo que pasa
en la sociedad, poco a poco se fueron convirtiendo en usuarios, clientes,
abonados, en números, es decir; en el hombre cosa, asimilando el papel que
dicta la sociedad del mercado. Y no son términos neutrales. En una época
cercana había en el Ministerio de Salud, un teléfono de atención al cliente,
no a un ciudadano o paciente. Sobre todo estas pautas se implantaron
fundamentalmente en la década del 90’ del neoliberalismo más feroz. Incluso
se cambió hasta el lenguaje adaptándolo a esas nuevas pautas culturales y
antivalores. El que hacía dinero fácil era un exitoso, el que traficaba y
trafica con golpes de mercado no era un ladrón, era un financista. Los
ladrones pobres están en la cárcel. En los sectores pobres que no tenían la
relación matrimonial legalizada eran concubinos, en los otros de la farándula
son la nueva pareja. Las pobres que venden sus cuerpos para alimentar a sus
hijos, se las llama prostitutas, las otras, de los sectores pudientes que se
ofrecen en cartillas de hoteles y convenciones son vedettes o secretarias
bilingües. El mundo y el país se convirtieron en un gran casino donde como
decía Atahualpa Yupanqui “Detrás del ruido del oro van los maulas como
hacienda”; el individualismo, el dinero y el sálvese quien pueda se
entronizaron en un altar a venerar y la solidaridad y el humanismo se los
desterró al desván de los recuerdos.
Cada vez más el
sistema de salud comenzó a parecerse a la sociedad en que vivimos,
consumista; tecnocrática, muchas veces violenta e inhumana. Se comenzó a
imponer los términos del mercado, la salud como mercancía y como objeto de
explotación. Recuerdo cuando se intentó hacer un sistema nacional de salud en
la época del Dr. Aldo Neri. Algunos lo empezaron a criticar diciendo que se
impedía ejercer una “industria lícita” (¿Industria?). Otro funcionario
provincial decía; que muchos bancos y financieras estaban interesados en
invertir en el mercado de la salud, (¿Mercado?) y una conocida prepaga,
decía; “que la finalidad última era la explotación de los servicios de
salud”, (¿Explotación?). Y así poco a poco, la salud insensiblemente pasó a
ser una mercancía y dejó de ser un derecho humano. En los años noventa con
las prepagas se comenzaron a categorizar los pacientes en grupos A, B, C de
acuerdo a su capacidad económica. El mercado le puso así precio a la gente, a
los médicos y a otras cosas. Que dirían de esto los viejos maestros como
Escardó, Moratorio Pose, Maurín Navarro, Bustelo, Oñativia, Carrillo, aquel
que decía: “Frente a las enfermedades que genera la pobreza, la angustia y el
infortunio social de los pueblos, los gérmenes como causantes de enfermedades
son unas pobres causas”.
Las pautas
socio-culturales del consumismo que se introdujeron poco a poco en la
sociedad: la pérdida de valores, la implementación del individualismo más
feroz; fueron degradando nuestra profesión. El Dios dinero y el Dios mercado
tomaron el centro de la escena y los seres humanos pasamos a ser artículos
descartables. Cuantas veces escuchábamos: “el dólar está nervioso”, “el
mercado está deprimido” y cuando se referían a los seres humanos, los
cosificaban hablando de brazos para la cosecha o de clientes para ser
explotados. No hay nada más malsano como el mercado sin ningún tipo de
control. Es donde la demanda y la oferta ofrecen mayores contradicciones,
entre los intereses de los usuarios y los prestadores. El paciente está preso
de su prestador y el prestador de sus intereses. Qué triste destino el de
nuestra profesión, cuando no es una actividad de servicio; el mercado no cura
ni educa; no le interesa por lo tanto la salud, y la enfermedad o el modelo
médico, no escapa a la realidad que genera el contexto económico-social y las
pautas culturales que esto determina y el médico individualmente, no puede
escapar a esa maraña.
Cuadro
médico-sanitario y social
Seguimos
deslumbrados por descubrimientos maravillosos, pero millones de personas,
gente común y sencilla sufre los dolores y enfermedades más primitivas,
ligadas a sus condiciones de vida y de trabajo. En nuestras sociedades
conviven las enfermedades del subdesarrollo, como tuberculosis, malnutrición,
diarrea por contaminación de alimentos, parasitosis, abortos clandestinos en
condiciones inhumanas, discapacidades psico-físicas, junto a las otras
llamadas del “mundo moderno”, como el Sida; las problemáticas de los
adolescentes, embarazos prematuros, los accidentes de tránsito que producen
miles de muertes y discapacidades, la drogadicción en sus nuevas formas
coexistiendo con el viejo alcoholismo, junto a los difundidos problemas de
salud mental (los ansiolíticos y los antidepresivos son los medicamentos más
vendidos) y que no se solucionan con pastillas “milagrosas”, sino eliminando
las causas generadoras de un modelo social alienante como integralidad. El
suicidio en jóvenes como en viejos, para los cuales la sociedad no siempre
tiene un lugar. La violencia social (escuela, futbol) o familiar, contra la
mujer y el maltrato a la niñez, son problemas que nos deben preocupar. O los
difundidos problemas de hipertensión e infartos que cada vez aparecen más en
gente más joven, donde son determinantes el tipo de vida y el estrés al que
somos sometidos los seres humanos en una sociedad competitiva, salvaje y poco
solidaria.
Con las
“patologías” no bien identificadas de los venenos invisibles, como
plaguicidas mal usados, hormonas para la crianza de animales, aditivos y
colorantes de cuyos efectos desconocemos a mediano y largo plazo, ni hablemos
de la contaminación ecológica, sobre todo urbana, con las enfermedades
derivadas del ruido; el smog; el plomo de la combustión de automóviles, o de
la contaminación psicológica, donde los medios, sobre todo televisivos, son
determinantes, en un mundo en donde “todos estamos contra todos” y donde no
hay nadie que nos escuche, ni el amigo, ni los padres, ni el abuelo, el
médico o el sacerdote, porque todos están apurados.
Modelo médico
Frente a esto,
tenemos un modelo médico, INDIVIDUALISTA, que no reconoce la raíz social de
la enfermedad. TECNOCRÁTICO, porque posibilita la introducción irrestricta de
la tecnología y el abuso de la misma. Se ha mistificado la aparatología y se
ha deshumanizado la práctica médica. No estoy en contra de la tecnología, ha
mejorado notablemente la calidad de vida, pero la misma no remplaza la
historia clínica ni el acto médico humanizado. Porque la aparatología es muy
fría y no siente ni el dolor ni el sufrimiento humano.
MEDICALIZADO, donde
juegan un papel determinante los intereses de las trasnacionales de
medicamentos, la concepción unicausal y biologicista han llevado a la sobre
medicación con sus múltiples efectos perniciosos y de gran incidencia en lo
económico social. CURATIVO Y ASISTENCIALISTA. Dado que el sistema médico está
montado para dar respuesta a la enfermedad y no a la prevención. EXCLUYENTE Y
NO IGUALITARIO. En la medida que el acceso a una buena cobertura de salud
depende de la condición económica. CON ENFASIS EN LO PRIVADO, ya que la
ideología liberal que orienta la formación y práctica profesional ha
inculcado el contenido de la libre empresa en el campo de la salud.
Frente a los
problemas y los conflictos que son distintos en las etapas históricas, se
puede tener la mala salud mental de la pasividad; el no te metás; el ser un
espectador o el salvarse solo o la buena salud mental del compromiso, de ser
un protagonista, el analizar y enfrentar los desafíos, convirtiendo el yo en
nosotros, imbuidos de convicciones solidarias. Y siempre basados en
principios éticos y morales, que no es ponerse una camiseta con la imagen de
Mandela; el Che, de Luther King, Gandhi, etc., sin llevarlos en la conciencia
y con coherencia en la vida diaria, porque si no es un acto de hipocresía y
una falsificación de la vida a la que esta sociedad nos tiene bastante
acostumbrados.
Hay que tener la
convicción de que se acabaron los dogmas, para analizar tanto a la sociedad
como al modelo médico. La vida es muy compleja para simplificarla en slogans.
No se acabaron las ideologías ni la filosofía como se dijo para implantar el
pensamiento único y este modelo social antihumano, que promueve
fundamentalmente los antivalores. En cada encuentro hay que tener el
convencimiento de que nadie es poseedor de verdades absolutas, sobre todo en
el campo de las ciencias sociales y estas se configuran en un proceso
colectivo, donde cada uno aporta una parte intentando producir una síntesis
que nos permita consolidar ideas directrices, que sean patrimonio de
mayorías, que es la única forma de enfrentar intereses poderosos que
construyeron este mundo tan alejado de la vida de la gente, sobre todo de los
niños que son más vulnerables. Todos hemos cosechado como sociedad lo que
hemos sembrado, unos tuvieron mayor responsabilidad, otros menos, pero la
hubo por acción u omisión o porque no hicimos lo suficiente. Muchos
advertíamos que iríamos a una sociedad con un verdadero darwinismo social,
llenas de shopping, de viviendas amuralladas y con una gran exclusión social.
La niñez fue durante muchos años desterrada a los inmensos desiertos del
desamparo, siendo primero víctimas, para luego algunos de ellos, ser
victimarios y hoy muchas veces escuchamos voces que están pensando más en
como reprimirlos que en salvarlos, como si los niños nacieran malos y
perversos.
Y nosotros como
trabajadores de la salud, ¿nos sumamos a la deshumanización?, o nos
convertimos en protagonistas para revertirla. Seguiremos creyendo que
cumplimos nuestra misión recetando un buen antibiótico solamente o indagando
la profunda complejidad que tiene cada ser humano o en sus múltiples facetas,
psicológicas, físicas y sociales. Nos encerramos en el consultorio o ¿abrimos
las puertas para trabajar con la comunidad en la prevención de las múltiples
patologías que nos aquejan? Seguimos tratando sólo un drogadicto en el
consultorio o nos comprometemos a indagar sobre las causas generadoras que lo
producen. Aceptamos acríticamente las pautas culturales que promueven
antivalores o intentamos revertir la situación, por ejemplo, una bodeguera
decía: “Tenemos que aumentar el mercado introduciendo a los jóvenes en el
consumo de alcohol” y nosotros “calladitos y a las buenas” como decía mi
papá. ¿Luchamos contra el consumismo? ¿Permitimos que nos programen hasta
nuestro tiempo de ocio? O establecemos un diálogo social que nos permita
consumir lo necesario sin caer en el consumismo. La estupidez humana, la
riqueza económica y el éxito fácil, fueron poco a poco inculcados como
objetivo de la vida y se fueron oscureciendo los referentes sociales como los
Sábatos, Pérez Esquivel, Illia, Carrillo, Alicia Moreau Justo; Mandela,
Luther King y otros tantos desplazados por figuras mediáticas, de
deportistas, oscuros financistas y empresarios que se hicieron ricos, donde
todo vale, estructurando una sociedad que se autofagocita y así el tango
“Cambalache” quedó plasmado en la realidad.
Los que hacemos
atención primaria, que trabajamos en Centros de Salud o el campo de salud
mental específicamente, ¿no seguirá siendo válido trabajar con maestros,
guarderías, centros de jubilados en estos problemas que nos agobian y que
hacen al futuro de nuestros niños? ¿No habrá que humanizar la atención desde
que el paciente ingrese al centro de salud y no repetir en forma constante y
cortante que no hay número o el Dr. ya no tiene cupo?
¿Cómo promovemos un
debate amplio y permanente en la sociedad? Los debates, no son para ver quién
gana y quien pierde sino para generar ideas directrices complejizando el
pensamiento y no con una actitud reduccionista.
Un viejo pediatra
contaba una anécdota que revela dos concepciones frente a la vida, decía:
“Estando en una finca con un bodeguero, vio salir a la mujer del contratista
que estaba al término de su preñez e iba al campo a recoger leña para sus
tareas diarias. Demoró mucho y al regresar volvió con su niño en brazos. El
empresario dijo; -no ve que son como animales, pueden parir en cualquier
parte y de cualquier forma- a lo que el viejo pediatra le contestó; -la
verdadera animalidad está en nosotros, que teniendo responsabilidad económica
o social no hemos sabido darles a esas madres y esos niños, nacer, crecer y
educarse con dignidad”. ¿Pensaremos como el empresario o como el pediatra?
Para terminar
rescataría algo de Gabriel García Márquez y que debería promover nuestro
trabajo diario: “Nuestra propuesta es la vida, una nueva y amenazadora utopía
de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir,
donde sea cierto el amor y donde las estirpes condenadas a cien años de
soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la
tierra”.
Roberto Chediack, es médico pediatra, sanitarista y dirigente
socialista cuyano
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