Guatemala. Abuelas que se hacen madres por el feminicidio
Jueves, 09 de Diciembre de 2010
Envejecimiento y vejez
Por Alba Trejo
Guatemala, diciembre 2010 (Especial de SEMlac). Amelia recuerda la tarde que Elvira se despidió. «Si ya no regreso, mami, te encargo a mis hijos». Esas fueron las últimas palabras que alcanzó a escuchar de su única hija de 23 años de edad.
La frase de Elvira se haría realidad minutos después, nunca más retornó a su hogar. A la joven, un grupo de hombres le impactó 14 tiros en la cara frente a sus dos hijos de seis y siete años de edad, a quienes había llevado a comprar unas golosinas.
Amelia lo presintió, recuerda, escuchó los tiros muy cerca de su casa y pensó que se trataba de un asalto. Pero cuando vio entrar a sus nietos con la ropa cubierta de sangre, descubrió que a Elvira la habían asesinado a tiros. Su hija se convertía así en la víctima 590 de las guatemaltecas asesinadas a sangre fría en este país durante los 11 meses de 2010.
De esta forma también a su madre le cambiaría la vida para siempre y pasaría a formar parte de ese grupo de mujeres que ahora asumen el rol de mamá cuando recién terminan con su ciclo de vida y pasan de ser abuelas a madres. En Guatemala se les conoce como las abuelas del feminicidio.
Mujeres que han sobrepasado los 50 años de edad, y que han tenido que vivir el dolor de ver morir a sus hijas en manos de pandilleros, narcotraficantes, ex cónyuges, esposos o compañeros de vida.
Lo peor es, señala Carmen Cáceres, de Convergencia de Mujeres, que sobre el dolor de ver sus cuerpos mutilados unas veces, ametrallados las otras o torturados algunas más, se tienen que hacer cargo de dos, tres o hasta cinco hijos que las víctimas dejan en la orfandad.
El estudio "Qué pasa cuando mamá es asesinada", elaborado por la Comisión Presidencial contra el Feminicidio, refleja que en primer lugar son las abuelas maternas las que ocupan el lugar de mamá, en segundo las paternas y después los hijos mayores.
En este país, el 51 por ciento de los 14 millones de habitantes son mujeres quienes, en su mayoría, son víctimas de todo tipo de violencia: física, sicológica verbal y económica, pero lo peor es esa misoginia que persiste, destaca la fiscal de la mujer del Ministerio Público, Yolanda Sandoval.
Sólo en estos 11 meses, comenta Amelia Yoc, del departamento de Estadística del organismo judicial, se recibieron 12.432 casos por violencia contra la mujer, entre los cuales, la física y económica ocupan un primer espacio, seguida de la psicológica y la sexual.
Miriam Monroy, directora del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, informó a SEMlac que el mayor número de muertes se produce, en primer orden, por arma de fuego, seguida de arma blanca y estrangulamiento.
Por su lado, el ministro de Gobernación, Carlos Menocal, comenta que las muertes ocurren en parte por el involucramiento voluntario e involuntario de las mujeres en el cobro de extorsiones, o por no pagarlas, el narcotráfico o las separaciones de sus cónyuges.
El estado económico de las abuelas se suma al dolor
Si ellas apenas sobrevivían con 80 dólares al mes provistos por la hija asesinada para comer, comprar medicina, pagar renta y gastos básicos, ahora tienen que buscar trabajo para poder comer ellas y sus nietos.
A Amelia, que también es viuda, a sus 65 años de edad le ha tocado salir a la calle a trabajar para mantener a sus dos nietos que tampoco tenían padre.
Precedido a eso, también tienen que lidiar con la tristeza, la depresión y el miedo que les provino a los pequeños por la ausencia de mamá.
Muñecos sin brazos, cruces, rostros melancólicos… esos son los dibujos que utilizaron al menos 200 huérfanos del feminicidio para expresar el vacío que quedó en sus vidas tras la pérdida.
Y en sus retratos ellos nunca obvian a su abuela, a quien se aferran como lo único que tienen, destaca la sicóloga Diana Solares, quien señaló a SEMlac que son niños y niñas cuyo duelo aún no ha concluido y que tienen la autoestima baja e inseguridad.
Pequeños que apenas salían de la infancia (entre los 5 y 13 años de edad) cuando les tocó ver cómo sus mamás caían abatidas por las balas en una parada del transporte público, frente a la puerta de la casa o en el interior de un bus.
Porque las abuelas también quedan solas, ya que en algunos casos las mujeres fueron víctimas de sus esposos, cónyuges o parejas.
La Fundación Sobrevivientes, liderada por Norma Cruz, ha demostrado que mujeres que han sobrevivido a un ataque, fueron víctimas de sus propios esposos, convivientes o cónyuges, que pagan a sicarios llamados comúnmente matones, para que hagan un trabajo que ellos no se atreven a hacer y que les permita deshacerse de su esposa.
Para acompañar a las abuelas, el gobierno ha decidido incorporarlas a sus programas de ayuda social como una de las formas de resarcimiento, y a los hijos de las víctimas de feminicidio, dándoles becas escolares, ayuda económica a cambio de que vayan a estudiar, o bolsas solidarias a las abuelas.
Las bolsas solidarias consisten en alimentos duraderos por un mes que incluye arroz, frijol, aceite, harina para hacer tortillas, azúcar y sal, junto con una capacitación para aprovecharlos de mejor forma.
La remesa condicionada equivale a 40 dólares al mes que le son provistos a cada huérfano para gastos necesarios.
De 2000 a 2009 en este país centroamericano fueron asesinadas cerca de 5.000 mujeres, algunas de ellas descuartizadas, desmembradas, violentadas sexualmente y estranguladas. El resarcimiento se comenzó a dar a las abuelas y huérfanos del feminicidio del año pasado y este 2010.
El diagnóstico "Qué pasa cuando mamá es asesinada" apunta a que por lo menos 200 niñas y niños hijos de las víctimas, se encuentran en una situación económica, social y sicológica devastadora.
De ahí que la magistrada de la Niñez de la Procuraduría General de la Nación, Sara Payes, dijera a SEMlac que es importante localizar a los niños porque cuando la madre muere, los hijos —que por lo regular son tres por mujer— son divididos hasta entre los amigos de la fallecida y no se sabe de su situación.
Y es mejor que queden con sus abuelas, quienes los educan y cuidan mejor que nadie, destaca Payes.
Fuente: SEMLAC- Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe
http://www.redsemlac.net/web/
Mi comentario:
a esta tragedia, que estamos viviendo a nivel latinoamericano, como concecuencia de las maras y del narcotráfico, que no hace falta comentar, debemos de sumar a las abuelas que se hacen madres por los padres muertos por la epidemia de VIH/SIDA, lo cual ocaciona una catástrofe, tanto a nivel familiar, social y económico y se viene a sumar a la doble carga epidemiológica, ya que además de que nuestros sistemas de salud tienen que cargar con las enfermedades inmuno prevenibles e infecciosas, nos toca lidiar con la de las enfermedades derivadas de la violencia desenfrenada (que estña desbordando nuestros hospitales) y de las enfermedades crónicas no transmisibles que se han vuelto una epidemia, en nuestros países y los problemas sociales, económicos de estos nuevos grupos familiares.
Jueves, 09 de Diciembre de 2010
Envejecimiento y vejez
Por Alba Trejo
Guatemala, diciembre 2010 (Especial de SEMlac). Amelia recuerda la tarde que Elvira se despidió. «Si ya no regreso, mami, te encargo a mis hijos». Esas fueron las últimas palabras que alcanzó a escuchar de su única hija de 23 años de edad.
La frase de Elvira se haría realidad minutos después, nunca más retornó a su hogar. A la joven, un grupo de hombres le impactó 14 tiros en la cara frente a sus dos hijos de seis y siete años de edad, a quienes había llevado a comprar unas golosinas.
Amelia lo presintió, recuerda, escuchó los tiros muy cerca de su casa y pensó que se trataba de un asalto. Pero cuando vio entrar a sus nietos con la ropa cubierta de sangre, descubrió que a Elvira la habían asesinado a tiros. Su hija se convertía así en la víctima 590 de las guatemaltecas asesinadas a sangre fría en este país durante los 11 meses de 2010.
De esta forma también a su madre le cambiaría la vida para siempre y pasaría a formar parte de ese grupo de mujeres que ahora asumen el rol de mamá cuando recién terminan con su ciclo de vida y pasan de ser abuelas a madres. En Guatemala se les conoce como las abuelas del feminicidio.
Mujeres que han sobrepasado los 50 años de edad, y que han tenido que vivir el dolor de ver morir a sus hijas en manos de pandilleros, narcotraficantes, ex cónyuges, esposos o compañeros de vida.
Lo peor es, señala Carmen Cáceres, de Convergencia de Mujeres, que sobre el dolor de ver sus cuerpos mutilados unas veces, ametrallados las otras o torturados algunas más, se tienen que hacer cargo de dos, tres o hasta cinco hijos que las víctimas dejan en la orfandad.
El estudio "Qué pasa cuando mamá es asesinada", elaborado por la Comisión Presidencial contra el Feminicidio, refleja que en primer lugar son las abuelas maternas las que ocupan el lugar de mamá, en segundo las paternas y después los hijos mayores.
En este país, el 51 por ciento de los 14 millones de habitantes son mujeres quienes, en su mayoría, son víctimas de todo tipo de violencia: física, sicológica verbal y económica, pero lo peor es esa misoginia que persiste, destaca la fiscal de la mujer del Ministerio Público, Yolanda Sandoval.
Sólo en estos 11 meses, comenta Amelia Yoc, del departamento de Estadística del organismo judicial, se recibieron 12.432 casos por violencia contra la mujer, entre los cuales, la física y económica ocupan un primer espacio, seguida de la psicológica y la sexual.
Miriam Monroy, directora del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, informó a SEMlac que el mayor número de muertes se produce, en primer orden, por arma de fuego, seguida de arma blanca y estrangulamiento.
Por su lado, el ministro de Gobernación, Carlos Menocal, comenta que las muertes ocurren en parte por el involucramiento voluntario e involuntario de las mujeres en el cobro de extorsiones, o por no pagarlas, el narcotráfico o las separaciones de sus cónyuges.
El estado económico de las abuelas se suma al dolor
Si ellas apenas sobrevivían con 80 dólares al mes provistos por la hija asesinada para comer, comprar medicina, pagar renta y gastos básicos, ahora tienen que buscar trabajo para poder comer ellas y sus nietos.
A Amelia, que también es viuda, a sus 65 años de edad le ha tocado salir a la calle a trabajar para mantener a sus dos nietos que tampoco tenían padre.
Precedido a eso, también tienen que lidiar con la tristeza, la depresión y el miedo que les provino a los pequeños por la ausencia de mamá.
Muñecos sin brazos, cruces, rostros melancólicos… esos son los dibujos que utilizaron al menos 200 huérfanos del feminicidio para expresar el vacío que quedó en sus vidas tras la pérdida.
Y en sus retratos ellos nunca obvian a su abuela, a quien se aferran como lo único que tienen, destaca la sicóloga Diana Solares, quien señaló a SEMlac que son niños y niñas cuyo duelo aún no ha concluido y que tienen la autoestima baja e inseguridad.
Pequeños que apenas salían de la infancia (entre los 5 y 13 años de edad) cuando les tocó ver cómo sus mamás caían abatidas por las balas en una parada del transporte público, frente a la puerta de la casa o en el interior de un bus.
Porque las abuelas también quedan solas, ya que en algunos casos las mujeres fueron víctimas de sus esposos, cónyuges o parejas.
La Fundación Sobrevivientes, liderada por Norma Cruz, ha demostrado que mujeres que han sobrevivido a un ataque, fueron víctimas de sus propios esposos, convivientes o cónyuges, que pagan a sicarios llamados comúnmente matones, para que hagan un trabajo que ellos no se atreven a hacer y que les permita deshacerse de su esposa.
Para acompañar a las abuelas, el gobierno ha decidido incorporarlas a sus programas de ayuda social como una de las formas de resarcimiento, y a los hijos de las víctimas de feminicidio, dándoles becas escolares, ayuda económica a cambio de que vayan a estudiar, o bolsas solidarias a las abuelas.
Las bolsas solidarias consisten en alimentos duraderos por un mes que incluye arroz, frijol, aceite, harina para hacer tortillas, azúcar y sal, junto con una capacitación para aprovecharlos de mejor forma.
La remesa condicionada equivale a 40 dólares al mes que le son provistos a cada huérfano para gastos necesarios.
De 2000 a 2009 en este país centroamericano fueron asesinadas cerca de 5.000 mujeres, algunas de ellas descuartizadas, desmembradas, violentadas sexualmente y estranguladas. El resarcimiento se comenzó a dar a las abuelas y huérfanos del feminicidio del año pasado y este 2010.
El diagnóstico "Qué pasa cuando mamá es asesinada" apunta a que por lo menos 200 niñas y niños hijos de las víctimas, se encuentran en una situación económica, social y sicológica devastadora.
De ahí que la magistrada de la Niñez de la Procuraduría General de la Nación, Sara Payes, dijera a SEMlac que es importante localizar a los niños porque cuando la madre muere, los hijos —que por lo regular son tres por mujer— son divididos hasta entre los amigos de la fallecida y no se sabe de su situación.
Y es mejor que queden con sus abuelas, quienes los educan y cuidan mejor que nadie, destaca Payes.
Fuente: SEMLAC- Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe
http://www.redsemlac.net/web/
Mi comentario:
a esta tragedia, que estamos viviendo a nivel latinoamericano, como concecuencia de las maras y del narcotráfico, que no hace falta comentar, debemos de sumar a las abuelas que se hacen madres por los padres muertos por la epidemia de VIH/SIDA, lo cual ocaciona una catástrofe, tanto a nivel familiar, social y económico y se viene a sumar a la doble carga epidemiológica, ya que además de que nuestros sistemas de salud tienen que cargar con las enfermedades inmuno prevenibles e infecciosas, nos toca lidiar con la de las enfermedades derivadas de la violencia desenfrenada (que estña desbordando nuestros hospitales) y de las enfermedades crónicas no transmisibles que se han vuelto una epidemia, en nuestros países y los problemas sociales, económicos de estos nuevos grupos familiares.