El estudio surgió de la avalancha de información relacionada con la COVID, la enfermedad causada por el coronavirus SARS-2, que apuntaba a que la edad se asociaba a mayor mortalidad. Sin embargo, no había evidencia sólida para saber qué debía considerarse “edad avanzada” para esta enfermedad. Al mismo tiempo, se estaban comunicando gran cantidad de casos de fallecimientos en gente joven.
No cabe duda de que la pandemia por COVID-19 además de una emergencia sanitaria sin precedentes ha puesto de manifiesto la capacidad de generación información población de forma masiva y casi en tiempo real. La mayoría de países han estado proporcionando informes diarios o semanales de las tasas de incidencia de la enfermedad, así como ingresos hospitalarios, en unidades de cuidados intensivos (UCI) y/o mortalidad. Se planteó analizar la información disponible en relación a la edad y mortalidad por COVID-19 con el objetivo aclarar el efecto de cada década de edad. Para esto, se llevó a cabo un metaanálisis con los informes oficiales nacionales de China, Italia, España, Inglaterra y New York que detallaban las tasas de COVID-19 y mortalidad por décadas de edad.
Los resultados mostraron que la mortalidad por debajo de los 50 años fue muy baja (< 1%) pero se incrementó exponencialmente a partir de esta edad, especialmente a partir de los 60 años.
Se analizaron un total de 611.1583 sujetos procedentes de 5 registros nacionales, de los que 141.745 (23,2%) tenían ≥ 80 años. El porcentaje de octogenarios fue diferente en los 5 registros, siendo el más bajo en China (3,2%) y el más alto en Reino Unido y el estado de Nueva York. La tasa de mortalidad global fue del 12,10% y varió ampliamente entre países, siendo la más baja en China (3,1%) y la más alta en el Reino Unido (20,8%) y el estado de Nueva York (20,99%). La mortalidad fue < 1,1% en pacientes < 50 años y aumentó exponencialmente a partir de esa edad en los 5 registros nacionales. Como era de esperar, la tasa de mortalidad más alta se observó en pacientes ≥ 80 años, cuyo riesgo fue 6 veces superior al resto. Todos los grupos de edad tuvieron una mortalidad significativamente mayor en comparación con el grupo de edad inmediatamente más joven. El mayor aumento en el riesgo de mortalidad se observó en pacientes de 60 a 69 años en comparación con los de 50 a 59 años (razón de posibilidades 3,13; intervalo de confianza del 95%: 2,61-3,76).
Comentario
El estudio es un metaanálisis realizado a partir de la información disponible los informes nacionales de China, Italia, España e Inglaterra, publicados en las páginas web oficiales de cada país, y una publicación del estado de New York. Cada país ha proporcionado información, casi diaria, de las tasas de infección y mortalidad en su país, además de información de otra índole, como el número de ingresos en UCI, contagios por regiones o diferentes colectivos de población. Las cinco fuentes de información que utilizamos describían las tasas de infección y mortalidad en cada década de edad lo cual permitía analizar las diferencias entre ellas y establecer el riesgo de muerte por COVID-19 asociado a la edad de forma bastante descriptiva.
De manera interesante encontramos que en la década de edad de 50-60 años se producía un salto importante en el riesgo de muerte y que, por tanto, el riesgo de muerte no se observaba solo en los pacientes de edades avanzadas, que normalmente consideramos > 65 o > 75 años. Creemos que esto fue uno de los resultados más impactantes puesto que el umbral de 50 años es realmente bajo como para considerar la “edad avanzada” un factor de riesgo de muerte por COVID-19 y que, en consecuencia, la población de riesgo para esta enfermedad es muy alta debido, muy posiblemente, a la gran virulencia de este patógeno. Como se esperaba, los pacientes de > 70 o > 80 años presentaron una mortalidad muy elevada lo cual, pensamos, también refleja la enorme necesidad de priorizar las medidas preventivas y de aislamiento en estas personas.
Referencia
The Effect of Age on Mortality in Patients With COVID-19: A Meta-Analysis With 611,583 Subjects
Bonanad C, García-Blas S, Tarazona-Santabalbina F, Sanchis J, Bertomeu-González V, Fácila L, Ariza A, Núñez J, Cordero A.
J Am Med Dir Assoc. 2020 Jul;21(7):915-918.
Fuente: Sociedad Española de Cardiología
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