lunes, 30 de agosto de 2010

Ejemplos a seguir

Hace algunos días recibí este correo que habla de un familiar, el cual quiero compartir con ustedes...

http://www.elperiodico.com.gt/es/20051222/opinion/23091/


Gustavo Castañeda Palacios, el ángel
Seres con vocación de servicio.
Silvia Tejeda

Es tiempo de Navidad y tiempo de hablar de amor, solidaridad y paz. De alguna de las familias que aman y honran a Guatemala, algunas veces pagando tributos injustamente. Para que las nuevas generaciones sepan de esos valores humanos que han sido golpeados en lo más hondo de su corazón y siguen adelante con su entrega y amor por esta tierra. No hay duda que, en la estirpe de los Castañeda Palacios nacen seres con vocación de servir, proteger y salvarle la vida a los demás. Su pecado ha sido ser inteligentes y brillantes en la misión que se propongan y, paradójicamente, nacer en una tierra donde domina el servilismo político, la mediocridad y los intereses sectarios. No obstante, se quedan aquí, trabajando desinteresadamente, sin duda, pensando que, algún día, labraremos un mejor país. A Gustavo Castañeda Palacios, médico pediatra, lo conocí por su fraternal amistad con la familia Jiménez Pinto, en especial, con el doctor Aquiles con quien creció como un hermano en los centros estudiantiles y campos de fútbol en Zacapa y Chiquimula. Se graduó en la Universidad de San Carlos e hizo estudios de especialización pediátrica en Estados Unidos. Fundó las Salas de Pediatría del hospital San Juan de Dios y del Roosevelt centro donde fue director de esa sala, por 35 años.

Era hermano de Oliverio Castañeda Palacios, un joven pensador a quien Ubico mandó a matar, en Nicaragua, por expresarse en contra de su dictadura. Fue padre del líder estudiantil Oliverio Castañeda de León, a quien la tripleta infernal de Romeo Lucas mandó a asesinar un 20 de octubre, porque sus encendidos discursos clamaban contra la brutal represión. También fue hermano del obstetra y escritor Ricardo Castañeda, quien después de varios años de estudios en Alemania e Italia decidió volver a su tierra para que la práctica obstétrica dejara de ser una afición empírica. El doctor Gustavo era tío del otro ángel, salvador de vidas infantiles, el cirujano cardiovascular más famoso del mundo, Aldo Castañeda, quien ha decidido dedicar a la niñez guatemalteca los años más preciados de su existencia.


Hoy comparto con mis lectores trazos de la profesión de un pediatra a quien mucho admiré y aprendí a querer, porque durante los años que visité su clínica llevándole a cada uno de mis cuatro hijos, tuve la oportunidad de tratar a un médico que nunca relacionó su profesión con una empresa personal; nunca quiso emitir un diagnóstico por mi información telefónica, mucho menos extenderme una receta. En alguna ocasión, me dijo claramente que “tanto los jóvenes médicos como las jóvenes madrecitas actuábamos como un poco tontos, porque no aprendíamos a prevenir todos los accidentes que debiésemos evitar”. No entendía cómo a un pediatra se le podía deshidratar un paciente, si era su trabajo, precisamente, evitar que eso sucediera. Creía firmemente que la cercanía y trato con la madre eran vitales para los niños hasta los cuatro años y, por ello, se horrorizaba de eso que ahora llaman guarderías maternales.

Por su carácter sincero y riguroso cultivó muy pocos amigos. Rechazaba todo lo que le pareciera banalidad e hipocresía. Me considero una de las privilegiadas que con el tiempo gozó de su cercana amistad. Ahora que es tiempo de hablar de bondad y misiones de amor en la tierra y que se humaniza la figura de los ángeles, para mí, Gustavo Castañeda Palacios fue uno de ellos. Vino a salvar, cuidar y curar las vidas de cientos de niños de Guatemala, fue honesto y claro en sus principios de hombre y profesional y mártir de las hordas de la ignominia.



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