Compartido por WA por el Dr. Rodolfo de Jesús Palencia
La vacuna Pfizer-BioNTech protege
adolescentes (Mandavilli
A, Mar 31; Nature 2021)
La
eficacia de la vacuna demostró ser muy adecuada, más que en adultos, sin
infecciones sintomáticas en jóvenes de 12 a 15 años quienes la recibieron y sin
eventos adversos.
Dr.
Walensky, director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades
(CDC); en los EEUUA los menores de 18 años representan el 23% de la población
(porcentaje similar a lo que ocurre en nuestro país; en México hay 37,504,392
jóvenes de 12 a 29 años de edad. Los jóvenes representan el 31.4% de la
población total de México).
El
estudio incluyó 2,260 adolescentes de 12 a 15 años, quienes recibieron dos
dosis de la vacuna con 3 semanas de diferencia entre ambas. Los que recibieron
la vacuna tuvieron niveles más altos de anticuerpos comparativamente con el grupo
de 16 a 25 años.
Pfizer
y BioNTech iniciaron estudio clínico con vacunación a niños menores de 12 años
(5 a 11 años) y probarán ya la vacunación a los de edades entre 2 y 5 años,
seguido de estudios en niños entre 6 meses a 2 años.
Moderna
también está en la misma línea con vacunación a niños de las edades
mencionadas. AztraZeneca empezó vacunación en el último mes para niños desde 6
meses.
Sistemas no tradicionales en edad
avanzada (Mikuła‑Pietrasik J et al. Cell Mol Life
Sci 2021; 78: 1275-304)
La
edad se considera fenómeno con diferentes perspectivas, por su evolución y
mecanismo, que tiene diferentes niveles de organización (individuos, población,
órganos/tejidos, células, moléculas).
El hablar de nivel celular o senescencia,
lleva implícito degeneración y muerte, idea contraria al concepto de Alexis
Carrel (“el ser humano plausiblemente es intrínsicamente inmortal”) y
discutible para lo mencionado de “no senescencia de células cancerosas que
proliferan indefinidamente”.
De
las teorías mejor conocidas sobre la edad, están las de “altibajos” como ocurre
en invertebrados, como las moscas con deficiencia de enzima antioxidante
superóxido dismutasa, lo que aumenta el estrés oxidativo y acorta su vida, o en
la levadura Saccharomyces cerevisiae
en que la deleción del gen SOD acelera la edad y su sobre-expresión aumenta
supervivencia; lo anterior, no se traslada tal cual a mamíferos como lo
observado en el ratón Mus musculus (con genoma muy similar al del ser humano) y
particularmente al ser humano que tiene razones para deterioro morfológico y
funcional asociado a la edad que permite el incremento a la posibilidad de morir.
Los
organismos pueden vivir por período extendido de tiempo sin signos de
envejecimiento, sin embargo, mientras más viven, mayor es la probabilidad de
morir, con más o menos deterioro evidente de su morfología y aptitudes físicas.
De
los vertebrados más longevos, destaca el tiburón de Groenlandia (Somniosus
microcephalus) con supervivencia que alcanza 392 + 120 años, los que
viven 2000 m bajo el agua a temperaturas de -1 y 10oC; esta especie
tiene niveles altos de GPx (enzima glutatión peroxidasa) y bajos de proteínas
carboniladas en eritocitos, que sugieren proporción benéfica de parámetros
redox óxido reducción); a pesar de lo fascinante, no se han podido identificar los
determinantes moleculares ni celulares, aunque es posible que la larga vida esté
asociada a factores ambientales como depredación mínima.
Los
autores de la revisión consideran que se reconocen mecanismos de potencial
diferente magnitud que influyen en edad, longevidad y mortalidad como 1. Divisiones
celulares, regeneración y senescencia; 2. Resistencia a cáncer; 3. Adaptaciones
específicas y metabólicas; 4. Condiciones ambientales; 5. Signos asociados a reproducción y 6. Calidad
de control y daño a macromoléculas; todo lo anterior contribuye a reparaciones
de DNA y mantenimiento de telómeros (de cromosomas). Todo lo anterior que contribuye
a longevidad y mortalidad, parece ser mucho más complejo y específico de
especie.
Genoma del tiburón ballena con
propiedades fisiológicas y genómicas a escala con el volumen corporal (Weber JA et al. Proc Natl Acad Sci 2020; 117:
20662–71)
El
tiburón ballena (Rhincodon tipus), en
peligro de extinción es el pescado de mayor magnitud y de los que más
supervivencia alcanza, miembro del Elasmobranchii
clade. Para caracterizar su genoma y rasgos biológicos, los investigadores
secuenciaron el genoma de 83 de estos animales. El aumento de su supervivencia
se correlacionó con su tamaño corporal y tasa metabólica basal, longitud de
genes e intrones, con conectividades genéticas neurales más largas (incluyen
genes de neurodegeneración, conectividad y actividad).
El
tiburón ballena alcanza los 20 metros y 42 toneladas, con supervivencia de 80
años. Del estudio de su genoma, emergen a destacar la longitud del genoma (3.2
Gb), longitud de intrones y genes a escala con su tamaño corporal, algunos
rasgos genómicos se relacionan a la tasa metabólica basal y la masa y
temperatura corporales, mayor dimensión de genes neurales con mayor
conectividad.
Más sobre mitocondrias
extra-eficientes en deportistas de alto rendimiento (King A. Nature 2021; 592: S7-9)
Usain
Bolt ganó la carrera de los 100 m en los Juegos Olímpicos de 2016 en 9.81
segundos y 42 zancadas y unos días después, Eliud Kipchoge ganó el maratón de
42 km en 2 horas y 8 minutos. Ambos depletaron su fosfato de creatina, molécula
almacenada en músculo que genera energía, en pocos segundos, lo que forzó a la
utilización de glucosa para proveer la energía (ATP) muscular.
John
Hawley, fisiólogo de la Universidad Católica de Melbourne, Australia, así como David
Hood científico mitocondrial, de la Universidad de Toronto Canadá, mencionan
que las mitocondrias de estos deportistas se activan rápidamente para los
requerimientos de lo explosivo de su ejercicio. Las mitocondrias son muy
dinámicas, se unen y separan continuamente y son muy sensibles al
entrenamiento; aumentan en 14 días luego de ejercicio sostenido. Bajo presión,
el cuerpo promueve biogénesis, acelera la remoción de mitocondrias viejas y
disfuncionales, promueve la generación de mitocondrias y cambia su estructura y
función. Tales adaptaciones dependen del tiempo e intensidad de ejercicio y
pueden observarse aún en personas sedentarias y de edad, posterior a
entrenamientos físicos.
El
cuerpo del atleta se aclimata a entrenamientos a alturas elevadas, aumenta su
volumen sanguíneo, su cuenta de glóbulos rojos, el gasto cardíaco y permite al
músculo captar oxígeno necesario y reforzar las mitocondrias, con incremento en
su volumen en 6 a 8% al mes. También hay aclimatación similar cuando se entrena
a temperaturas mayores; las proteínas de choque de calor están inmersas en esas
adaptaciones y alcanzar mejor capacidad y algunas (HSP72) aumentan la síntesis de novo de las mitocondrias.
Investigadores
por otro lado, han demostrado alteraciones mitocondriales en padecimientos como
diabetes, obesidad y enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, además de
cáncer y enfermedades cardiovasculares.
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